Retazos de historias

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«Un pequeño detalle morirás. Sinceramente, me esfuerzo por tratar el tema, con tranquilidad, pero a casi todo el mundo le cuesta creerme, por más que yo proteste. Por favor, confía en mí. De verdad, puedo ser alegre. Amable, agradable, afable…Y eso sólo son las palabras que empiezan por <<a>>. Pero no me pidas que sea simpática, la simpatía no va conmigo.» La ladrona de libros, Markus Zusak

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«Conozco esa eterna discusión, la he oído en múltiples ocasiones: Verdad o Mentira, y todo lo que su significado conlleva. Nunca nadie me convenció acerca de su verdadera naturaleza, aunque es probable que mi trabajo acentúe mu escepticismo. Lo único que puedo añadir al debate, es que hay una Verdad que acompaña siempre al vencedor, como si se tratara de una parte legítima de su botín. Y esa certeza nunca me ha conmovido. Nadie es dueño de mi pensamiento, y lo que yo crea al respecto tiene poco que ver con los gritos de victoria, ése es un botín por el que no siento ningún interés. Sin embargo, ¿qué más puedo decir, si mi vida depende siempre de la convicción de mi engaño? Quizá en el fondo de mi alma sí existe una parte de verdad, escondida entre los pliegues de mis creencias, sin que su posesión me obligue a odiar a quien crea lo contrario. Soy un soldado del Temple, defiendo los intereses de mi orden como mejor puedo y de la única manera que me ensañaron, y en ocasiones mi única verdad es la duda» La Llave de oro, Núria Masot

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«Había todas las cosas que uno espera que haya en un parque: árboles en hileras, bancos para sentarse, farolas, estatuas, columpios y toboganes para niños, pero al mismo tiempo parecía una selva. Los setos estaban todos recrecidos, y la hierba de las praderas era tan alta que les llegaba a los niños a la cintura. Las estatuas y las farolas estaban llenas de hiedras y de plantas parásitas. Enredaderas cargadas de flores trepaban por los toboganes y los columpios inmóviles, que estaban completamente oxidados y con la pintura corroída. Los árboles habían crecido sin ningún orden, y sus ramas se enmarañaban unas con otras.

El parque de las Lilas ya no era en realidad un parque. Era como el cadáver de un parque, el recuerdo lejano de algo que mucho tiempo atrás fue un parque pero ahora era un territorio hostil y salvaje.» El parque prohibido, Andrés Ibáñes

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«Hasta el final de sus días Bilbo no alcanzó a recordar cómo se encontró fuera, sin sombrero, bastón o dinero,o cualquiera de las cosas que acostumbraba a llevar cuando salía, dejando el segundo desayuno a medio terminar, casi sin lavarse la cara, corriendo callejón abajo tanto como se lo permitían los pies peludos, dejando atrás el Gran Molino, cruzando el río, y continuando durante una milla o más.»  El Hobbit, J. R. R Tolkien

Stravaganza La Ciudad de las Máscaras

«La duchessa era una visión imponente: Una mujer alta, con la melena larga y morena, recogida sobre la cabeza en un complejo tocado en el que se entrelazaban flores blancas y piedras preciosas. Su vestido era un sutil tafetán azul marino, jaspeado en verde y plata, de tal modo que bajo los rayos del sol resplandecía como una sirena.» Stravaganza: La ciudad de las máscaras, Mary Hoffman

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«Soy lo que soy y lo que soy es lo que soy. Deseo ser lo que soy y lo que seré es lo que sólo lo que soy. Si tengo la voluntad de ser, no seré más aquello que he sido. Si soy lo que deseo ser, siempre se preguntarán qué soy o qué he sido. Quiero cambiar el Muro y realizar mi deseo. Soy el muro mismo, ésa es la verdad y está es la grieta recta y siniestra,  a través de la cual susurran los temerosos amantes.»  El laberinto de la rosa, Titania Hardie

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«Quieres decir que los niños deben mantener sus promesas. Muy cierto: es lo más correcto y decente, estoy seguro, y me alegro de que te hayan enseñado a obrar así. Aunque desde luego debes comprender que normas de esa clase, por muy excelentes que puedan ser para muchachitos, criados, mujeres, e incluso la gente en general, no pueden aplicarse bajo ningún concepto a estudiantes concienzudos, grandes pensadores y sabio. No, Digory; los hombres como yo, que poseen un saber oculto, estamos libres de las normas corrientes del mismo modo que también estamos excluidos de los placeres corrientes. El nuestro, muchacho, es un destino sublime y solitario» El sobrino del mago, C. S Lewis

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«Tú preferirías un viaje insípido, sin sobresaltos y sin riesgo…Ya lo sé…Me asusta comprobar que estemos hechos de pasta muy diferente,  a pesar de ser hermanos. Pero entonces, ¿qué es la fraternidad? ¿Nos parecemos en algo? ¿Tenemos algo en común? Me temo que no. ¡Lastima que el coraje, la audacia, el sentido de la emoción y del riesgo estén mal repartidos en la especie humana…! Por eso te encuentras familias donde la valentía de unos se compensa con la cobardía de otros…Pero siento decirte, Bruno, que viajar conmigo renunciando al riesgo es pedir un imposible» Válter o el viaje alucinante, Jesús Ferrero

Siniestra

«Decían que sus raíces se hundían en la sangre que había bebido la tierra cuando los bárbaros ocupaban aquel lugar y alimentaban a la bestia. Miles de años de sacrificios habían ido empapando hasta el más profundo sedimento cuando la bestia todavía recorría la inminencia de la noche y el miedo era un dios. Una piedra vale tanto como otra piedra, un árbol tanto como otro árbol, un hombre tanto como otro hombre, un hombre tanto como una piedra. Era la sangre brotando de un cuello cortado lo que unía un hombre a otro y los elevaba por encima de su víctima. Era el valor de la sangre derramada lo que confería valor a un hombre, a un árbol, al lugar tocado por un rayo, a la cima de la montaña.» Siniestra, Javier Arriero Retamar.

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«Para mi abuelo, el diablo era muchas cosas. El diablo era Lesi, el duende, al que te encontrabas en los prados y que te pedía monedas; si se las negabas, le daba la vuelta al bosque y lo ponía boca abajo, y te perdías para siempre. El diablo era Crnobog, el dios de los cuernos, capaz de invocar las tinieblas. Si te portabas mal, tus mayores te mandaban al diablo; tú también podías hacerlo con otras personas, pero solo si eras mucho, mucho más mayor. El diablo era Noche, el segundo hijo de Baba Roga, que vagaba por los bosques a lomos de un caballo negro. A veces el diablo era Muerte, que iba a pie y te esperaba en las encrucijadas, o detrás de algunas puertas que te habían advertido repetidamente que no abrieras. Pero a medida que mi abuelo escuchaba a Vladisa. que hablaba entre sollozos de un pelaje anaranjado y con rayas, empezó a ver cada vez más claro que aquello en concreto que había en el bosque no era el diablo, ni tampoco un demonio, sino tal vez otra cosa, algo de lo que quizá él sabía un poco…»  La esposa de tigre, Téa Obreht.